
Carolina Alvarado
alvacarol@gmail.com
“Chairo”, ya no se le dice únicamente a un zapatero –por utilizar la “chaira”, una cuchilla para cortar suelas– ni al fumador consuetudinario de mota –porque viven en la contemplación de la “mois”, es decir, en la chaqueta mental (chaquetas: chairo), esto según el amplio lenguaje tepiteño para calificar a estos lúdicos usuarios de la canabbis–; o a quien se masturba con pertinaz esfuerzo y singular frecuencia. Otra vez, chaqueta: chairo.
La nueva acepción para Chairo en estos tiempos de escandalosa corrupción de políticos y funcionarios encuerados en sus prácticas sucias con dinero ajeno, es para quien se identifica con el lado contrario del sistema, es decir, con la izquierda.
A los que llamaban únicamente “revoltosos” cuando el 68, ahora son los amlovers, son fieles seguidores de Carmen Aristegui, viven entre lo idílico marxista y la pose; se identifican con la imagen y proclama del Che Guevara; proclaman acciones contundentes de protesta y manifestación contra el establishment, generalmente desde las redes sociales.
Ahí, su participación en la vida política se da desde los foros para comentarios de los principales medios de comunicación en línea. Desde ahí denuncian y combaten a los peñabots, defienden la postura de la AMLO, elucubran paro nacional y boicots contra empresas trasnacionales.
Estos nuevos chairos se arden cuando en las redes sociales los señalan con el clásico #chairodetected y los mandan al besamanos del peje con un #fuerapejezombies; surge entonces desde la trinchera del hashtag el #chairopower contra los peñabots que puede llegar a verdaderas mentadas de madre y amenazas.
Pero la activa vida política de algunos de estos personajes en línea y su manifiesto de rebeldía al sistema actual no lo es dentro del su propio hogar. Hay quienes llevan en secreto su inclinación a protestar contra el sistema y esconden su pecaminosa vida chaira a su propia madre.
Hablar en su propia casa de la nueva orden de aprehensión contra algún impresentable gobernador, el fracaso de la reforma educativa o culpar al Estado por la desaparición de normalistas no es opción para ellos.
Hay chairos reprimidos y obligados a seguir ciegamente los mandatos del sistema.
Lo que los chairos callan en su propio hogar es que se informan, leen, consultan noticiarios, acuden a foros de reflexión y se integran a marchas de protesta frente a instalaciones de gobierno o reclamar a medios de comunicación su contubernio con el poder.
Lo que los chairos callan es que en su propia casa no les está permitido expresar su desacuerdo con las prácticas monopólicas en los medios de comunicación, incluso que algunos de ellos hacen su propio pasquín.
Lo que algunos chairos callan es que desatadas las ataduras de la práctica dogmática (dogma: sistema de pensamiento que se tiene por cierto y que no puede ponerse en duda dentro de su sistema), de la educación básica obligatoria, su preocupación y ocupación va más allá de ponerse de pie cuando entra el dire, traer casquete corto (cabello recogido en el caso de las niñas), uniforme completo (falda para las niñas, pantalón para los varones), uñas cortas, y la frustración de no poder responder o manifestar una opinión o desacuerdo con una maestra, sin que ésta le diga “cállate y vete a tu lugar”.
La pesadilla de la obediencia absoluta a reglas sin sentido ni explicación, llega a su fin cuando el estudiante en metamorfosis a chairo encuentra que aprender no es repetir incansablemente sin reflexionar.
La verdadera pesadilla, convertida en realidad (la anécdota de abajo es real) de un chairo es tener una mamá maestra fiel al dogma educativo, que encolerizada entre a una librería a exigir:
–Recomiéndeme algo para que mi hijo deje de leer porque se está volviendo “chairo”. Descubrí que le gustaba leer y me pareció muy bien, pero luego empezó con que el sistema está mal, que debe haber un cambio, que debemos ser parte del cambio… ¡No quiero que mi hijo sea chairo!
No encontró lecturas adecuadas en su breve asomo a los títulos, ni aceptó sugerencias. Salió apresurada farfullando:
–Soy maestra, yo sé qué debe hacer: debe aprender a obedecer.
************
NOTA: El peyorativo para estos chavos contestatarios, según la revista Chilango, nació en la prepa 6 de la UNAM. Ahí como en muchas escuelas había tribus: los metaleros, los fresas, los fitness, los darks, etcétera; nuestros personajes navegaban entre lo under sin llegar a lo anarco. Desde ahí salió el grito ¡Qué onda esa chaira!
La comunidad chaira sugiere apropiarse del término, tal como lo hizo el chilango con su mote, convertido en apodo colectivo ahora y aceptado por todos, principalmente por #nosotrosloschilangos.