Nuevas bravatas de Trump

No ha pasado ni una semana desde que el nuevo presidente de los Estados Unidos asumió el cargo, y ya ha puesto al mundo de cabeza.

En el caso de México, las tensiones no son nuevas. Desde la campaña de 2016, hemos sido blanco de acusaciones: que causamos terror, que promovemos el tráfico de drogas y adicciones, e incluso que dañamos la economía estadounidense. Según esta narrativa, los migrantes «roban» oportunidades laborales a los ciudadanos. Sin embargo, ya lo dijo Vicente Fox durante su cuestionable gobierno y mientras intentaba ofrecer a los trabajadores agrícolas mexicanos al gobierno de George W. Bush: los mexicanos “están haciendo trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer” (Puerto Vallarta, Jalisco, 13 de mayo de 2005, citado en La Jornada https://shorturl.at/DNN1q). Esta desafortunada declaración no hace más que subrayar lo evidente: los migrantes mexicanos, desde siempre, han ido a Estados Unidos a trabajar, a ganarse la vida y a contribuir a la economía de ambos países, sin quitarle nada a nadie.

En el primer mandato de Trump, muchas de sus promesas de campaña no se cumplieron. No porque le faltara intención, sino porque México tuvo un presidente (Andrés Manuel), que resistió. Nuestro país se posicionó como un socio igualitario, con una postura firme y sin subordinación, algo que otros presidentes anteriores evitaron al someterse a las exigencias estadounidenses. Esa actitud sumisa permitió todo tipo de atropellos, desde convertirnos en el “patio trasero” para deportar migrantes, hasta facilitar negocios ilícitos como el narcotráfico y el lavado de dinero en nuestro territorio.

Este nuevo periodo trae consigo la amenaza de promesas reforzadas: expansión, intervencionismo y violaciones a nuestra soberanía, derechos que están garantizados en la Constitución mexicana y protegidos por el derecho internacional. No obstante, nuestra presidenta ya está abordando estratégicamente a un líder que encarna rasgos que también representan a millones de sus votantes: xenofobia, misoginia, megalomanía, aporofobia y un complejo mesiánico.

Trump y sus seguidores prefieren ignorar que casi la mitad de su territorio actual fue arrebatado a México. Olvidan que los habitantes originales de ocho de sus estados tienen raíces mexicanas. Optan por desconocer que el 20% de la población estadounidense es de origen latino y que, de ellos, al menos 37 millones son mexicanos. Se niegan a reconocer cómo el trabajo honesto de nuestros compatriotas ha contribuido al crecimiento económico de su país. De hecho, como se destacó en la conferencia mañanera de hoy, la economía latina dentro de Estados Unidos es la quinta más grande del mundo.

Estos datos también son ignorados por algunos de nuestros más fervientes apátridas, quienes aplauden las amenazas de Trump y sueñan con que sus bravatas se cumplan.