Saliva para negociar

Por Laura Cevallos

Dicen que “prometer no empobrece; cumplir es lo que aniquila”. Y, en analogía, podría decirse que “amenazar no debilita; cumplir es lo que destruye”. El actual habitante de la Casa Blanca es aficionado a recorrer el mundo lanzando amenazas como si fueran cubetadas de saliva, espantando a sus enemigos. Tanto es así que, en su primer mandato, muchos líderes mundiales cedieron ante sus intimidaciones, temerosos de desencadenar un conflicto de consecuencias nefastas. No es para menos: históricamente, a Estados Unidos le ha bastado con mostrar los dientes para obtener lo que exige, porque cuando los ha usado, el mundo ha pagado un alto precio. Hay innumerables ejemplos de ello, con intervenciones y bloqueos vergonzosos, cada vez más violentos. En este contexto, es comprensible que ningún presidente quiera cargar con la culpa de haber iniciado una guerra, ya sea bélica, comercial o mediática. Y menos aún, cuando el adversario es Trump, un hombre que disfruta del conflicto.

En apenas tres semanas en el cargo, las amenazas han sido constantes y los efectos, variados. En primer lugar, advirtió sobre la imposición de aranceles a todos los países que exportaran productos a Estados Unidos, argumentando que esto fortalecería la economía nacional. Sin embargo, no parece haber considerado que encarecer las importaciones perjudica a los propios consumidores estadounidenses, independientemente de la existencia de tratados comerciales bilaterales o multilaterales.

Además, distintos países han recibido amenazas específicas. Egipto y Gaza han sido advertidos de que perderán ayuda financiera si no aceptan a los desplazados palestinos. A los gazadíes, en particular, pretende expulsarlos de su tierra, presuntamente para construir casinos y expandir sus negocios, como hiciera su abuelo. Mientras tanto, Netanyahu ha aprovechado esta postura para reafirmar su intención de expulsar hasta al último palestino. En otro episodio surrealista, Trump intentó comprar Groenlandia, lo que llevó a algunos daneses a sugerir, en tono irónico, la compra de California. Pero más allá de la anécdota, este tipo de acciones ha llevado a Europa a replantearse sus políticas de defensa y, en un escenario extremo, incluso a considerar su posición frente a la OTAN, ante la posibilidad de que Estados Unidos termine siendo una problema internacional.

Lo verdaderamente relevante es que, en el pasado, la simple amenaza de Estados Unidos bastaba para que los países acataran sin cuestionar. Sin embargo, México ha marcado una diferencia: AMLO se presentó ante Trump como un igual, y Claudia ha sabido responder con serenidad e inteligencia. Esta actitud ha llevado a otros líderes mundiales a replantearse su postura y actuar con más prudencia.

La lección es clara: si antes el miedo y la sumisión movían al mundo ante las amenazas estadounidenses, hoy más que nunca serán imprescindibles el análisis y la diplomacia para contrarrestar las ambiciones de quienes creen que todo puede comprarse o tomarse por la fuerza.