Por Laura Cevallos.
En los últimos años, ha surgido un fenómeno mediático en el que algunas mujeres, conocidas como “ladys”, han sido expuestas en situaciones de abuso o comportamiento indebido. Sin embargo, un aspecto preocupante de este fenómeno es el abuso de las leyes diseñadas para prevenir la violencia de género, con el fin de obtener beneficios personales o ejercer control sobre otros.
El caso más reciente es el de “Lady Uber”, una pasajera que llamó al 911 para acusar falsamente de acoso sexual a un conductor. La disputa surgió cuando el chofer no accedió a conducir según sus indicaciones, lo que generó insultos y amenazas por parte de la pasajera. Ante la tensión de la situación, el conductor comenzó a grabar lo ocurrido, logrando demostrar que nunca hubo acoso. En el video se escucha a la mujer amenazándolo con cárcel si no obedecía sus órdenes.
Este tipo de incidentes han despertado un debate sobre el uso indebido de las normativas de protección de género. En lo que va del año, hay varias otras lamentables “ladies” como la de la UNAM que aplicó el “no te conviene meterte conmigo, porque soy mujer”, la que amenazó a un vendedor con “te voy a meter 5 años a la cárcel acusándote de violación” y todas intentan usar la bandera del feminismo para abusar de la tragedia que muchas otras mujeres sí padecen y que no tienen la visibilización a su favor.
Durante la conferencia del pueblo del jueves 20 de febrero, se cuestionó a la PresidentA sobre los casos en los que algunas mujeres parecen aprovecharse de estos marcos legales para presentar denuncias infundadas; Sheinbaum aclaró son las autoridades encargadas de la investigación y judicialización las que determinan la pertinencia de castigar a un hombre y que no hay necesidad de adecuar las leyes para castigar a las mujeres que amenazan a los hombres. Si bien las leyes buscan proteger a las víctimas reales de violencia y acoso, es fundamental evitar que se conviertan en un arma de manipulación o castigo injustificado.
El concepto del «Péndulo del Feminismo» describe este fenómeno: en el pasado, las denuncias de violencia de género eran desestimadas con frecuencia, dejando a muchas víctimas sin justicia. Hoy, en algunos casos, la simple acusación es suficiente para generar un escándalo sin pruebas contundentes, lo que plantea una preocupación sobre el equilibrio entre justicia y presunción de inocencia.
Ante esta situación, surgen preguntas fundamentales: ¿Cómo pueden los hombres protegerse de falsas acusaciones? ¿Qué motiva a algunas personas a usar la ley como herramienta de venganza? ¿Cómo puede la sociedad encontrar un equilibrio en el que se proteja a las verdaderas víctimas sin fomentar el abuso del sistema legal?
Es crucial abordar esta problemática con responsabilidad. Si las autoridades no investigan con el debido rigor, existe el riesgo de que, al acumularse casos de denuncias falsas, se pierda credibilidad en las denuncias legítimas. Como en la fábula de Pedro y el Lobo, si se abusa del sistema, cuando una víctima real necesite ayuda, podría no encontrar apoyo ni credibilidad.
El reto es claro: garantizar justicia sin caer en extremos. Las leyes de protección de género son esenciales, pero también es vital asegurar su correcta aplicación, evitando que se conviertan en herramientas de abuso o manipulación. Necesitamos construir una sociedad más equitativa y justa para todos y eso significa no abusar de la ley de manera tan frívola e irracional.