Cuernavaca, Morelos; 21 de abril de 2025.- En los próximos días se festejará en México el Día del Niño. Pero no todo son sonrisas, regalos, juegos, diversión y felicidad, muchos menores no festejarán su día, pero no por falta de ganas, sino por la terrible condición que actualmente viven: son niñas y/o niños migrantes.
Y es que año con año, se incrementa el número de menores de edad que atraviesan (o buscan hacerlo) nuestro país, solos o acompañados, en su mayoría añoran llegar a Estados Unidos o buscan algún refugio seguro dentro de nuestro país.
Contrario a los adultos, los menores de edad no deciden migrar, no dejan sus comunidades de origen por voluntad propia. La mayoría son llevados por sus madres, padres, tutores o, simplemente, huyen de la violencia, de la pobreza extrema, de la explotación, la falta de oportunidades o, incluso, de desastres naturales.
Los menores migrantes no buscan aventura y diversión., buscan seguridad, sobrevivir, calidez, alimento y un mejor futuro.
De acuerdo a registros oficiales de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) en el año 2023, más de 50 mil niños y adolescentes pidieron asilo en nuestro país. Muchos estaban solos, vulnerables, expuestos a infinidad de riesgos, con rostros llenos de incertidumbre y sonrisas contenidas.
En su mayoría los menores de edad migrantes en México vienen de Honduras, El Salvador, Guatemala y, recientemente, se han incrementado los menores provenientes de Haití y Venezuela.
Por diversas razones, también en nuestro país las políticas migratorias prioriza la contención y no la protección. Esto incrementa la vulnerabilidad para los menores de edad, pues al estar de manera irregular en México o en cualquier país, quedan expuestos a infinidad de desafíos emocionales, psicológicos y físicos.
Este es un gran desafío para quienes nos corresponde adecuar las leyes, o crearlas para una coyuntura por demás difícil como la que actualmente vivimos.
Se debe garantizar para los migrantes, especialmente para los menores de edad, no solo albergues, esquemas de protección o permanencia temporal, sino acceso a programas sociales, salud, alimentación, acceso a la educación, la capacitación para el trabajo y su inclusión laboral y social.
Algo nos debe quedar claro: las niñas y niños migrantes no son cifras, amenazas sociales, ni criminales por su condición de estar en tránsito o fuera de sus lugares de origen.
Ellos también tienen sueños, miedos, esperanzas, anhelo de ser tomados en cuenta. Son seres humanos, personas, muchos de ellos con enormes talentos y capacidades.
Proteger a la niñez migrante es una responsabilidad de todos, porque para hacer buenos ciudadanos y compartir un futuro con nosotros, lo mínimo que podemos hacer, sin importar su origen coma lengua coma costumbres, es garantizarles que tengan una infancia digna.