AMLO viene a Morelos, más que a la revisión de obras, a hacer la operación política que ni Margarita González Saravia y Cuauhtémoc Blanco pudieron, para una transición, si no tersa, al menos institucional, entre ambos.
Margarita traicionó a quien indirectamente la puso donde está y Cuauhtémoc está muy enojado. Lo reactivo y visceral del aún gobernador tendría consecuencias funestas, como las que serían continuar con la venganza sobre su exempleada y virtual sucesora.
No olvidar que pende sobre la defeña, avecindada en Morelos hace tres décadas, una grave impugnación por fraude electoral.
Lo que esperan las militancias, los votantes y, en general, el pueblo informado es que Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheimbaum no se pasen por alto el tema y hagan a un lado tan delicado presunto delito electoral, del que el actual presidente ha sido reiterada víctima, que tanto ha luchado por erradicar y que ha sido la base de su línea discursiva.
Esta reunión entre gobernantes entrantes y salientes, del orden federal y estatal es inédita, pues –hasta ahora– no se ha dado en ningún otro estado con relevo de titulares del poder Ejecutivo.
Tanto la soberbia, los rencores, el manejo visceral, en lugar del uso de la habilidad política, en los bandos de Margarita y Cuauhtémoc, generaron este encuentro.
Veremos si el –él sí– hábil y experimentado político tabasqueño lo logra y perdura de aquí al 1 de octubre y más allá, también. Inicia la trillada «operación cicatriz».