Sólo lo que se nombra, existe.

 

 

…nombremos presidenta con ‘A’ al final,

al igual que abogada, científica, soldada,

bombera, doctora, maestra, ingeniería con ‘A’…

Claudia Sheinbaum,

Toma de posesión, 1 de octubre de 2024

 

Por Laura Cevallos

La palabra, siempre ha sido suficiente para acordar pactos desde tiempos inmemoriales. Solo fue sustituida, en parte, con la formalización de los contratos de los tiempos romanos, pero constantemente se ha tenido como el elemento de seriedad que avala lo que se firma. Es más, hasta en las películas del cine de oro, se decía “palabra de hombre”, como para significar que no había necesidad de ningún otro documento para que se cumpliera a cabalidad tal promesa.

Pero ¿qué pasará ahora que se dice “palabra de mujer”, “palabra de presidenta”? creo, sin duda, que es una promesa inquebrantable, un compromiso que está respaldado por la legitimidad de la primera mujer presidenta y la fuerza de un pueblo que sabe que las mujeres somos valiosas y valientes, fuertes y perseverantes y sin intención de cederle el derecho conquistado a nadie, por nada.

El discurso de la Presidenta en el Zócalo y el de la toma de protesta no fueron palabras bien acomodadas, sino el nuevo pacto entre la mandataria y el pueblo, donde refrenda que el sexenio por venir tendrá retos, pero se sobrepondrá a las dificultades de manera digna y solidaria, como se hizo el sexenio recién cerrado, solo que con sello propio.

Ver salir al ciudadano Andrés Manuel para dar paso a la Presidenta Claudia fue un momento de alegría mezclado con melancolía y tristeza, pero es el tiempo de empezar un nuevo capítulo en la historia de este México que rompe paradigmas y, en los últimos tiempos, se ha empoderado como muy pocas veces se logra, sin violencia ni vidrios rotos.

La prueba de que es una transformación con cambio, como dijo la Presidenta en campaña, fue la primera mañanera del pueblo, donde lejos de emular al presidente en su estilo, inició con un cambio de horario, una renovación en la imagen de las pantallas y, en ningún momento buscó ponerse los zapatos de su antecesor. Con su estilo propio, sobrio y conciso, contestó algunas preguntas sin más palabras de las necesarias.  Será un sexenio sin eufemismos ni palabras lisonjeras. Será un honor poder narrarlo.