Desmemoria y repetición

 

<Lo de García Luna no se puede olvidar>,

porque quien olvida, repite los mismos errores.

Claudia Sheinbaum, Presidenta.

16 de octubre de 2024

 

 

 

 

 

Por Laura Cevallos

 

García Luna destacó desde joven por sus vínculos con la delincuencia organizada en el entonces Distrito Federal. Su carrera comenzó en la Policía Federal Preventiva y continuó en el CISEN, la Policía Judicial Federal, hasta llegar a ser Secretario de Seguridad Pública. Su conducta siempre fue corrupta, utilizando su poder para acumular poder y riquezas. Durante el sexenio de Felipe Calderón, se convirtió en el nexo entre el gobierno y el narcotráfico, lo que generó el llamado «narcosexenio», marcado por una violencia que aún persiste.

Se espera que esta tarde, se dicte sentencia por los cinco delitos relacionados con actividades de narcotráfico, como producto de sus relaciones “laborales” con los cárteles Beltrán Leyva y de Sinaloa. Es posible que reciba una condena de por vida en la misma prisión donde reside el Chapo Guzmán.

Menciono a García Luna no solo por el fallo que se anunciará, sino para resaltar una advertencia: «quien no conoce su historia está condenado a repetirla». Ignorar el pasado de quienes ocupan cargos públicos perpetúa injusticias y facilita la repetición de sus crímenes.

Ahora criticamos acremente el pésimo sentido común de quienes, a lo largo de su trayectoria, fueron promoviendo a García Luna de puestos menores a otros de mayor preponderancia, porque era inminente que, sus métodos ilegales se fortalecerían. Tal y como fue, de ser una “oreja” a los 12 años de edad, llegó a ser la mano derecha (y el cerebro real) en el sexenio de Calderón, permitiendo que los criminales controlaran la política mexicana. Quienes le dieron la mano para crecer fueron, por lo menos, sus cómplices.

Ignorar la biografía de quienes llegan al servicio público abre las puertas a la corrupción. Estos personajes saben engañar y manipular para escalar posiciones que les permitan delinquir sin consecuencias. Por ello, la ciudadanía exige que no se impongan candidatos de mala reputación en cada elección; darles fuero les permite actuar con impunidad.

El pueblo no merece más “Garcías Lunas”. No necesitamos más impunidad ni una nueva generación de delincuentes en el poder. Cuando rechazamos a personajes impuestos, no lo hacemos para atacar al líder político o al gobernante, sino porque somos quienes sufrimos las consecuencias de sus delitos pasados, antes de que simularan ser parte de esta Cuarta Transformación.