- Cuatro partidos en cuatro años
- Mala fama pública
- Compra de votos y fraude electoral
- Uso del aparato de gobierno para fines partidistas
Stella Turcato
La descarada intromisión del gobierno de Cuauhtémoc Blanco, a través del hermano de éste, Ulises Bravo Molina, en el proceso de renovación interna de Morena-Morelos y las alegres cuentas que de esa corrupta infiltración hace la camarilla en el poder estatal, contrastan abruptamente con la opinión que de la misma tienen las áreas de decisión central del partido, como la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia.
De acuerdo con un análisis muy resguardado de ese órgano, la imposibilidad del –hasta hace unas semanas– presidente estatal del Partido Encuentro Solidario, para cambiar de instituto político y dirigir ahora Morena no se reduce únicamente al impedimento legal por haber sido candidato a diputado federal por el primero en mención, en la elección constitucional inmediata anterior (junio de 2021).
Según la pormenorizada ficha personal del consanguíneo del gobernador de Morelos, que obra en las áreas de vigilancia del que sería su cuarto partido político en cuatro años, Morena, éste no admitirá a Bravo Molina como dirigente por otras dos razones de peso: “su mala fama pública” y “por las agresiones a la entonces precandidata a la jefatura de gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo”, ocurridas en Coyoacán, cuando él era encargado de despacho de esa Delegación y que ameritaron dos denuncias penales en su contra.
Por la violencia ejercida en aquel acto de precampaña, en enero de 2018, el coordinador parlamentario de la bancada de Morena en la entonces Asamblea Legislativa, César Cravioto Romero, acusó a los ex jefes delegacionales perredistas de Coyoacán, Valentín Maldonado y Mauricio Toledo, así como al encargado de despacho en funciones, Ulises Bravo Molina, de ser los autores intelectuales de las agresiones.
Tras presentar las dos denuncias penales por lesiones, tentativa de homicidio y disturbios, el diputado asambleísta dijo en aquella ocasión: “los agresores trabajan en la delegación Coyoacán y la Asamblea, y responden a las órdenes de Valentín Maldonado, Mauricio Toledo y Ulises Bravo”.
En aquellos hechos donde le aventaron sillas y piedras a Claudia Sheinbaum y que, según los morenistas, pusieron en riesgo la vida de quienes fueron atacados, también fue agredido Ángel Bolaños, reportero del diario La Jornada.
Las embestidas alcanzaron, asimismo, a otro distinguido militante, nada menos que al primer presidente de Morena, Martí Batres Guadarrama, quien –en su calidad de candidato a senador– se sumó a una de las reuniones proselitistas de su paisana y correligionaria Claudia Sheinbaum, en la sureña demarcación capitalina.
El extenso dosier a nivel partidista que le elaboraron al gobernador de Morelos en los hechos, Ulises Bravo, no es una ficha más. No. Será el instrumento que adicione a otros semejantes elaborados en diferentes instancias y que pueda colmar la tolerancia del más alto mando político en el país.
Es decir, la descabellada intrusión en un partido ajeno, el mangoneo a cargo de operadores políticos pagados con el dinero proveniente de los impuestos de los morelenses, con las peores prácticas del viejo régimen, y todos los sucios manejos que perjudicarían al partido fundado por AMLO, podrían detonar en breve un alud que le reviente directamente al gobernador constitucional, no al de facto
Todo lo anterior, y más desvaríos, tendrá que ser suficiente argumento para frenar al “representante del gobernador”, y sus ambiciosas pretensiones, en el encuentro que hoy tenga con los dirigentes morenistas en Morelos involucrados en organizar el proceso de renovación interna que iniciará con la elección de consejeros, el próximo 31 de julio en asambleas distritales.
Todo lo que AMLO combate
El discurso hipócrita y oportunista, la ausencia de ideología, pero sobre todo, el desprecio real por los de abajo y, en contraparte, usar al gobierno como botín, “el llegar para hacerse rico” y olvidar al pueblo, que ha ejercido la actual administración estatal cuauhtemista, es justamente contra lo que Andrés Manuel López Obrador ha luchado durante más de cuatro décadas.
El uso faccioso del poder, como hacer “afiliaciones masivas” obligar a trabajadores del gobierno y a proveedores “a dar la credencial del INE, sino te castigamos”, hacer fraudes electorales y comprar el voto, como se gesta hoy desde las entrañas de Palacio de Gobierno de Morelos son parte de las injusticias más combatidas por AMLO.
Para cambiar ese sistema podrido, el hoy presidente de México creo precisamente a Morena e ideó la Cuarta Transformación. Y ni él ni sus seguidores del ala más dura permitirán que una pandilla de bandidos lo tomen por asalto y descompongan lo que tantos años le ha costado gestar.